Agustina Saez
Combinación poco común, dirán, pero a la vista uno de los lugares que a mi parecer es de los más hermosos. Mi mirada no se cansa en ningún momento de ver estos paisajes, de admirarlos. Mis pies se entierran en un suelo que parece arena, ¿quién pensaría que se trata de cenizas de un volcán que alguna vez estuvo en erupción? Caminando por ahí se confirma.
Pies, manos, todo lo que tenga contacto con el suelo se ensucia. La soledad en un lugar así no merece ser vista como una mala compañera, sino como la forma más maravillosa de pasar el tiempo frente a un paisaje que no se cansa de mostrarnos su belleza. Hay viento, si, pero el sol acaricia con tanta suavidad que me hace pensar que un día ahí es poco tiempo.
Más allá, opuesto a la imagen, el volcán protagonista, culpable de la ceniza, de la suciedad en mis pies, y de un bosque bonsái todavía virgen.
¿Qué más se puede pedir estando ahí? Solamente que el paisaje siga sin cesar con las ganas de mostrarse, y que mis ojos nunca se cansen de admirar un cielo celeste, un lago azul transparente, cerros verdes que intentan ser el marco, y una ceniza que quiere ser arena, sin darse cuenta de que es única tal como es.
Fernando Pantuso.
Debió ser un día soleado y de playa quiero creer, porque la mayoría están con lentes de sol, y aparte porque claramente se nota el reflejo en mi cara achinándome los ojos.
Después de meditar me quedé con esta foto para describirme, porque pienso que el momento en donde uno define su personalidad es en el transcurso de la adolescencia, a través del entorno que a uno lo rodea. Por eso elijo mostrarme con mis amistades que soportaron y soportan muchas veces mi mal humor o mi terquedad pero a las que sé que hago reír con chistes, ironías, ocurrencias graciosas y payasadas o pensar y discutir con mis puntos de vista y mis reflexiones.
Son con los que comparto las cosas que me gustan hacer, ya sea ir a la cancha a ver a Boca con alguno de ellos, juntarme a jugar al fútbol, tomar unos mates o también salir los fines de semana por las noches.
Desde chiquitos pasamos eneros y febreros jugando a todas horas juntos. Yendo y viniendo por todos lados. Ahora de grandes ya no hace falta esperar un año para vernos. A pesar de las distancias, siempre estamos cuando nos necesitamos, para bancarnos, reírnos, contenernos y divertirnos.
En el presente en el que vivo, tengo personas maravillosas con quienes compartir mis días, seguir aprendiendo, creciendo, y ser feliz sin nada a cambio. Me gusta este presente y no lo cambio por nada. Si tuviera que describirme hace unos años atrás, creo que comenzaría a tomarme bronca. No puedo entender como pude ser tan...¡No tengo adjetivo para explicarles!. De tan buena que era pasaba a ser tonta, odio mi pasado. Desde ya que soy conciente de las muchas veces que fui utilizada por mis amigos (al menos eso parecían ser), y que hoy ya no lo son. Se dedicaban a burlarse de la gente, y yo, como siempre, era uno de sus focos de burla (siendo la única persona que iba todas las semanas al dentista). Pero estas experiencias sirven, y mucho, yo diría, tal vez, demasiado.
En esta descripción, no fue mi intención revisar el pasado, solo que a veces, el viento, trae inevitables cenizas de su recuerdo.
Natalia Rodríguez Cano
“Describir una foto”, parece sencillo. Primero hay que encontrarla. Comienza la búsqueda, los recuerdos olvidados. Se retrocede en el tiempo y todo se hace más confuso, y de pronto estoy mirando a alguien a quien había olvidado.
Apenas tengo seis años y es mi primer día de clases.
Más allá de la picardía en la cara y la desinhibición que me caracterizaba en esa época tengo un poco de miedo.
No recuerdo que pensaba ese día, sin embargo, lo que me produce la foto es mucha ternura y ganas de mimarme.
Cada detalle esconde una anécdota, desde mi flequillo, mi pelo corto , hasta mi pose para la cámara.
El ambiente no encaja conmigo. Es oscuro y sin color, monótono y aburrido. Aunque yo esté con el uniforme típico de escuela privada, se puede ver (o puedo reconocer) que soy especial, que soy diferente.
Hermosas cualidades las de la niñez, que irradian inocencia y nos permiten llorar añorando lo perdido para volver a soñar.
Nahir Rodríguez
No hay fondo detrás de nuestro, solo un negro liso y parejo de donde suavemente emergen nuestros rostros.
Comienzo a meterme en la imagen siguiendo los claros que se descubren y veo tu gorra blanca y mi pelo ondulado que se desparrama sobre aquel fondo negro. Bajo siguiendo uno de esos rulos y veo ese brillo con forma de estrella, es mi aro, ese que me acababas de regalar.
Me alejo de la foto pensando en aquel momento y encuentro otro plano oscuro y amplio en el que solo se ve el escudo de River sobre tu pecho y mi remera entonces blanca con rosa que hoy es blanca con gris claro. Noto que el blanco no abunda y vuelvo a los detalles, me emociono, descubro tu sonrisa picaresca que junto con la mía ,en complicidad, ocultan más de lo que hoy me revelan.
Tomo distancia una vez más y esta vez me atrae nuevamente a la foto el brillante del aro en mi nariz. Una conversación se deja descubrir entre el brillo de tus ojos y los míos. Brillo blanco, tan blanco como nada en esta foto, ni mis aros ni el escudo de River, se ven tan blancos y puros como el del brillo en nuestros ojos, que se miran silenciosos intercambiando su cariño.
A pesar de que esta foto fue sacada sin motivo aparente, hoy descubro la complicidad en nuestras miradas y aunque fue tomada por nosotros, es como si la cámara nunca hubiera estado.
Nuestros ojos intercambiando sus chispas me hacen pensar en el significado del amor y una vez más, entre pensamiento y pensamiento, me salgo de la imagen, pero vuelvo y ahí están en primer plano nuestros rostros con los ojos brillosos y esas bellas sonrisas, cómplices de lo romántico de un verano juntos lejos de la ciudad. Al mirar y estar dentro de la imagen siento que el tiempo nunca se detuvo y vuelvo aquel momento. Ahora comprendo porque el amor se reconoce por el brillo en nuestros ojos.
La foto que elegí podría decirse que representa de uno de esos momentos únicos e inigualables que uno tiene en su vida, y es con la que puedo dar una introducción a mi persona. Y si tengo que dar una breve reseña de lo que soy, podría decir que a pesar de mi corta (o no tanto) vida tengo muchos ideales adentro de mi cabeza, muchos sueños, aunque reconozco que muchos de ellos son un tanto utópicos (pero como soñar por ahora es gratis…). También soy impulsiva, un poco histérica, y muy compañera con los que me acompañan.
De ese viaje nació la foto que relato, en ella encontré la síntesis de la visita a un país que me cambió la vida, la forma de pensar, o diría que más que cambiarla, la fortaleció. Descubrí una realidad que superó mis expectativas, una realidad con la que más de uno se llevaría una gran sorpresa.
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