miércoles, 7 de mayo de 2008

Portaretratos (III)

Pablo Bueno

La música no salió en la foto, pero la que sonaba en el momento inmortalizado era hermosa. Poco sé de las personas que estaban conmigo en ese atardecer costeño, pero yo era feliz. Una capucha hacía un intento inútil por cubrirme de la lluvia, la multitud hacía difícil posar elegantemente y la música seguía sonando. Yo seguía feliz.

Finalmente logramos acomodarnos y lo que pasaba atrás ya no importó, solo queríamos guardar ese momento. Momento de amigos. No nos conocíamos unos a otros, pero recordábamos a los que sí conocíamos y anhelábamos que estuvieran allí. La música los trajo, ellos también estaban. La foto al fin salió.
Nuestra vida no es la más linda, la foto tampoco. Pero yo la miro y soy feliz.


Magali López Manetto

Magali


Esta foto contiene mucho más de lo que se ve a simples vista. Ya que considero que no existe la foto que describa íntegramente a una persona, elegí esta que puede representar mi yo más actual. En la imagen me veo junto a tres de mis amigas; viéndola de izquierda a derecha (en cuanto a las ubicaciones) primero estoy yo luego Lucia, Daniela y Carla, en la playa, más específicamente en Gesell.

Hacia frío, esto se ve porque estábamos todas con abrigos, mis tres amigas tienen anteojos de sol o anteojos de facha y todas tenemos bincha en el pelo por el viento. En un primer plano, nos encontramos sentadas en la arena de espaldas a la cámara, se ven nuestros perfiles y nuestro torso. De fondo se ve una persona del sexo masculino, él cual desconozco, y detrás de éste un mar calmo con un cielo gris de numerosas nubes. La foto muestra una escena en la cual hay un grupo de amigas conversando y disfrutando de las últimas horas de la playa. Siento que particularmente esta foto me describe porque gran parte de mi tiempo son esos momentos, y esta es una de las cosas que me causan felicidad. Es el paisaje que me gusta, es de esos lugares en donde mi mente vuela más, junto a las personas que elijo, con las que me reflejo y comparto la gran mayoría de las cosas.


Monserrat Melina Maquieira

Un día feliz


Es muy difícil elegir una foto en particular, por que tengo muchísimas y cada una de ellas es especial para mí, por que me hacen recordar momentos de alegría. Después de tanto buscar decidí describir la siguiente: Es el día de mi cumpleaños y estamos once de mis amigos (por que tengo varios más que llegaron después de sacada la foto) y yo alrededor de la mesa del salón de mi casa. Yo estoy arrodillada en frente de la mesa, mirando para la cámara por supuesto y todos mis amigos aparecen atrás mío pero a mayor altura. Estamos todos sonriendo y algunos tienen una copa en la mano. Sobre la mesa hay varias bebidas, y como no podía ser de otra manera, todos los vasos están llenos. Atrás se ve el equipo de música y ya que las fotos no reproducen sonido, les cuento que la música en cuestión estaba bastante fuerte.

Elegí esta foto por que para mi los amigos son una de las cosas más maravillosas que uno pueda tener y creo que pueden faltar muchas cosas en la vida, pero ellos jamás. Me gusta también por que al aparecer yo por debajo de ellos siento que representan mis sentimientos de la amistad por sobre todas las cosas inclusive mi propia persona. Una vez tomada la foto alzamos todos nuestras copas y a brindar, ¡por una buena noche!


Carola Mc Garrell

El dos de septiembre del año pasado a la “mamama”, así le decimos todos a mi abuela, cumplía ochenta y ocho años, y por un problema del corazón estaba internada en una clínica. Los nietos le preparamos una sorpresa para su cumpleaños.

Juntamos fotos de ella con cada uno de nosotros y también grupales para pegarlas en una cartulina que luego le regalamos.

Nos aparecimos en la habitación del sanatorio con globos, coloridos bonetes y alguna matraca que hizo que la enfermera nos llamara la atención. Mi prima mayor cocinó una torta decorada con letras rosas formando su nombre y una bengala.

Entre la alegría, risas y el pedido constante de silencio, no nos olvidemos que estábamos en el sanatorio, mi tía sacó la foto que tanto nos hace recordar ese momento, máxime que nuestra abuela superó esa difícil situación.


Daniela Mercau

Fotografía de una anécdota

Mi abuela observaba desde lejos como, perdida debajo de un manzano entre plantitas de frutillas, me encontraba abstraída en un quehacer sumamente importante, y ella curiosa me preguntó: “¿Qué estás haciendo Daniela?; yo desde mi lugar entre las plantas con una mirada que tenía dejos de madurez, muy resueltamente le contesté: “Estoy juntando putillas”.

La fotografía fue tomada en la casa donde viví la primera parte de mi infancia, en un verano que mis abuelos viajaron de Buenos Aires para visitarnos. Pero bien, como este texto no tiene como finalidad ser una autobiografía diré que esta, además de una anécdota, graciosa para mi familia, más recordada de mi niñez, fue uno de los primeros atisbos de una personalidad que entre otras cosas sería muy independiente.

Si bien siempre estuve rodeada de una variedad bastante amplia de parientes que vivían pendientes de nosotros, los chicos, me caractericé por ser más autosuficiente que mis hermanos y primos, lo que no significaba que no notara eventualmente la ausencia de todos ellos o que no recurriera en su ayuda. Es decir, siempre fui una persona muy “familiera” (ahora me doy cuenta más que nunca) pero a la vez más retraída, solitaria si se quiere. Mi hermana me describe como una persona metódica, de convicciones fuertes y hasta a veces duras pero a la vez inocente, ingenua, dulce. Yo podría agregar que prefiero escuchar sobre otros antes que hablar de mí: el hecho de pedir mi descripción demuestra lo difícil que me resulta encontrarme. Pero como tampoco la finalidad de esta descripción es realizar un análisis psicológico sino más bien ser una presentación, simplemente diré que soy una chica como muchas otras que vienen del interior del país a estudiar a la gran ciudad, a la gran universidad, con todo lo que esto significa: un despojo repentino de varias costumbres, rutinas, hábitos y comodidades que tenía y que por supuesto cada uno tiene en su hogar, encontrar la forma de adaptarme rápidamente a una metrópolis desconocida y monstruosa que te exige, lidiar con la falta de conocimientos que muy de a poco lograré alcanzar, conocer personas nuevas que en algunos casos se convierten en amigos, vivir experiencias que no se encuentran en las ciudades con alma de pueblo de las provincias (algunas muy gratas y simpáticas, otras no tanto), tratar de dilucidar si la decisión que tomé fue la correcta y resulte que sí, era mi vocación, o era simplemente “lo que tenía que hacer”, y sobre todo querer descubrir quien soy, intentando crecer. Solo quiero poder tomar más fotografías de anécdotas, de esas que te hacen volver el tiempo atrás y ver lo mucho que cambiaste. Sólo exijo entonces a esta vida que te exige tanto pero que a la vez te concede tantos momentos felices, poder tomarme mi tiempo.


Florencia Inés Mondedoro

No otra


20 x 25cm en un cuadro que desde hace 15 años cuelga en el mismo lugar en una de las paredes del que siempre fue y será mi dormitorio. Un fondo celeste que combina con el guardapolvo de jardín, sobre el cual cae el cuello de una camisa que no pasa desapercibido. Además, una cadenita que recuerdo haber perdido en unas vacaciones hace unos ocho años, se posa sobre esa tela color rosa.

Mi cabeza en diagonal, con unos rulos muy marcados que me llegan hasta arriba de los hombros, a pesar de que mi sueño era tenerlo mucho más largo. La raya al costado y un mechón sujeto con una gomita blanca de peluche que se usaba en aquella época no tan lejana.

Y finalmente yo, mi cara en primer plano, sonriente, con los pómulos colorados y ojos pícaros que hablan sin hablar. Esto último es el motivo por el cual elegí esta foto y no otra imagen: porque los rasgos que hoy me identifican son aquellos que me caracterizaron desde siempre, desde que nací, y que me hacen ser quien soy. Es el día de hoy en que aún tengo que lidiar con lo rojo de mis cachetes cada vez que hace calor, estoy nerviosa o tengo vergüenza; mis rulos, que si bien están más domados y finalmente muy largos, no dejarán nunca de ser resortes; mi mirada, la cual se expresa por sí sola y delata mis sentimientos más profundos; y por último, esa sonrisa, símbolo de mi alegría espontánea y que es una marca personal. En fin, una foto que aunque fue tomada hace mucho tiempo atrás y en la cual yo era sólo una niña, conserva toda la frescura de mi persona a pesar de lo mucho que he crecido y cambiado.


Pablo Montanía

Hombre mirando al sudeste, cuan joven y que viejo se ve a este sujeto. No sabemos nada de su identidad por lo visto es un fumador, o seguramente estará pensando en alguna musa, aunque tal vez en lo que tiene que estudiar para el parcial del mes que viene. Mentí, es verdad. Conozco a ese individuo, aunque es mejor perderlo que encontrarlo.

A vos te estoy hablando, a vos, que nunca sigues mis consejos, a vos te estoy gritando, que estás metido en mi piel, a vos que estás fumando ahí, al otro lado de la foto por qué no buscás una esperanza por qué no seguís un sueño. Empezá por largar el tabaco luego por levantarte y caminar, dicen que el camino se hace al andar. Si ya se que tropezaste varias veces con la misma piedra pero ahora estoy yo, para sostenerte cuando caigas, y sino pondré almohadones. Te veo en esa foto y no comprendo por qué sos tan asesino de tus sueños.

Haces trampas en el ajedrez, brindas con amigos, te dormís con música, y por decir lo que pensás, sin pensar lo que decís, más de un beso te dieron (y más de una cachetada también). Cada día que pasa más dudas y más aciertos en tu mente, ¿no estarás haciendo las preguntas equivocadas? Madrugadas enteras conversando con tu insomnio de ella, ojalá puedas poner en penitencia a tu paciencia para no esperarla. ¿Por qué la imagen en blanco y negro? Si no sos de irte a los extremos, sé que te gustan los grises como a mí. A partir de hoy vamos a ponerle color a la vida, toma tus acuarelas yo pondré el lienzo, vamos a crear tu obra. Para eso siempre debemos acudir a una historia de ficción ese género que sabes que pinta tus grises días Esperemos que esta vez la realidad no supere la ficción. Don Julio, ambos estamos al tanto de su presencia en esta casa tomada por la soledad junto a sus amigos los cronopios, nos dieron las instrucciones para subir la escalera al cielo…creo que es una rayuela, ¿vos qué pensás? Bendito fantasma que escribió un libro en el bar del infierno, ahí en Flores. Él te aconsejó que leas las crónicas grises de un Ángel. Ahora el espectro te acompaña por la autopista del sur en colectivo, mientras una señora espía, tardás en dar vuelta la página, sigues siendo solidario aun, por ese motivo ¿Me convidas un cigarrillo?

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