sábado, 21 de junio de 2008

Con la llegada de frío, engordamos...los cuentos


“Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí” (Augusto Monterroso)
“Muy confundido, leyó su propio obituario” (Steven Meretzky)
“Vendo zapatos de bebé, sin usar” (Ernest Hemingway)

“Salvó al mundo volviendo a morir” (Ben Bova)
“Era muy caro seguir siendo humano” (Bruce Sterling)

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Lágrimas negras

Vendo zapatos sin usar, ¿quieres comprar?
No los necesito, no los necesita. Son recuerdos de la asfixia.
Éramos felices. El cielo a pleno sol cada día, luna llena y estrellas cada noche. Silencios y risas, colores y abrazos: la semilla germinó.

Los minutos eran horas, las horas días, los días años. La espera regalaba ansias.
Y qué más, si todo estaba para el sí - para Juan - pero terminó siendo no.
Noticia que fue bisagra de tormento.
No más cielo, no más luna, no más nada. Asfixia que son recuerdos.

¿Quieres comprar, sin usar, zapatos de bebé?

Miguel Ángel Santoro


La marcha de la muerte

Cuando el sol incandescente ardía con su mayor fuerza en ese remoto e impenetrable desierto, el muchacho harapiento, sediento y exhausto despertó. Levantó la cabeza todo lo que pudo y con los ojos entreabiertos logró vislumbrar la odiosa figura del dinosaurio rojo, aquél que lo había hecho cautivo, y que a pesar de los vanos intentos por demostrar su inocencia, todavía lo miraba con ojos sentenciosos; allí donde su vida dependía exclusivamente de los conocimientos y habilidades de supervivencia de su raptor.

La entrega

Tan pequeña, tan frágil, insignificante frente a las miradas ambiciosas, corruptas, lujuriosas. Como un ángel desterrado, mundano, ella salvó a su niño de aquel lugar condenado; salvó al mundo volviendo, sin pensarlo dos veces, a morir bajo sus leyes, sus costumbres, sus ataduras.

Monserrat Melina Maquieira


Recortando oraciones

Cuando la pequeña Ana despertó, el tierno dinosaurio todavía seguía allí, a los pies de su cama. Se encontraba exhausto, pues se había pasado la noche entera andando de cuento en cuento. Sus ojos yacían en un sueño profundo.
Ana, al verlo allí, lo cobijó con su manta y con amor, besó su frente.
Aún quedaba mucho tiempo para emprender nuevas aventuras.

Su captura se hacía inminente y era muy caro el precio a pagar, pensó Marcus. Todo le indicaba que seguir siendo humano le costaría la vida, por lo que debía encontrar un disfraz cuanto antes, o sería atrapado.
Las agujas del reloj giraban cada vez más rápido y su vida se acercaba a la muerte de acero y cemento.
Laura Soledad Soto

miércoles, 11 de junio de 2008

Cortazarianos (II)


Ritos de los clemisos

Los días de lluvia, mientras el agua se acumula en los diferentes recipientes plateados produciendo una casi imperceptible hidromusia, un grupo de clemisos esprejunan en voz alta una serie de palabras leídas de sus respectivas loxis.
Dado que en esta destreza la hidromusia es primordial, este culto solo puede realizarse bajo un aguacero. Es por esto que los clemisos sólo habitan en zonas lluviosas y húmedas, y de ser posible, en aquellos lugares donde hay grandes cataratas. Estas prácticas sirven a estos sujetos a modo similar a la meditación, con el objetivo de aumentar su condición de sústalos.

Luego de esprejunar un largo rato, estos individuos pronuncian diez o quince noemas siguiendo la melodía de la hidromusia, (según sea necesario) hasta sentir una mezcla de miedo con asombro que los haga despertar; indicando que los malos espíritus se han ido de su cuerpo. Es en este momento cuando se disponen a agolpar sus manos, mirándose a los ojos entre los practicantes.

Este rito, que los clemisos practican a modo de plegaria, no es tarea fácil, ya que requiere habilidad y concentración para dominar los arromos internos y lograr que actúen en el momento indicado. Mientras más constancia se tiene en la práctica se adquiere progresivamente un mayor control de estos pequeñas células, logrando esparcirlas cada vez más a lo largo y ancho del cuerpo, mientras se intensifica la tarea de aquellas que permanecen en el estómago.


Giuliana Cervi


Némesis


Ya no escribes cosas divertidas, y tu alma es de un color gris clemizo, como una tarde fría de invierno. A nadie le importaba lo que pensabas, sólo querían mirarte. Quien te hubiera visto, habría jurado que tenías la frescura de los arriboños, tan dulces y primorosos.

Pero aunque tengas una sonrisa para todos, sonríes para que no puedan ver dentro tuyo, sonríes para que no desconfíen, para que no sospechen que tú no confías en nadie. Dejaste los pensamientos para ocuparte del maquillaje y los modales, y cual buena hidromuria aprendiste que una joven dama no tiene corazón.
Te hiciste fuerte jugando con el de ellos, aunque en el fondo te lastimes a ti misma amabarándolos una y otra vez. Procuraste olvidarte quien eras, pero los vacíos no pueden llenarse con aire: la vida continúa y no pudiste decir que no a lo que en ella se te cruzaba.

Sé que darías mil sustalos de los más hermosos por volver a ser lo que fuiste, por la inocencia que derrochaste, por recuperar las tardes solitarias en el agolpar escribiendo las inquietudes del mundo que te rodeaba. Pero eso ya no es posible.

Débora Vieyra



Instrucciones para mirarse al espejo y no perderse en el intento

Primer paso: ubicarse frente al espejo. Este podrá ser de cuerpo entero o medio cuerpo dependiendo de las ganas del reflejo de mostrarse. (Mientras le doy las instrucciones aparecerá la historia de un hombre que no siguió estas instrucciones. Por lo que aconsejo que lea la historia sino quiere acabar como el. En un oscuro rincón, del húmedo cuarto, el cual pertenece a la casa de dos plantas, cuyas raíces están ubicadas en los imponentes macetones de los suburbios de Italia, la capital de Roma, un hombre bautizado como Tomás Riboira Linch se afeita)

Segundo paso: mirar fijamente el reflejo sin mordimiento alguno y sonría siempre tiene que contraer los músculos faciales para provocar una risa no importa que tenga mal humor porque se acabo la mermelada esta mañana (Finalizando ya con la masacre de vellos faciales, llega al fatídico segundo donde la hoja de afeitar, vencida y cansada por culpa del anciano tiempo, le corta la mejilla izquierda. Si hubiera sabido el señor Linch que esa mañana el sindicato de reflejos decreto una huelga, seguramente no se habría afeitado. Mientras pensaba en su mala fortuna, su reflejo, sin un solo corte, se marchaba evidenciando la medida de fuerza. )

Tercer paso: al mirarse en el espejo el cuarto donde este se encuentra debe estar muy bien iluminado ya que no queremos que el reflejo se le de por dormir (El señor Linch notó que su pierna derecha, sangraba y manchaba su media, color azul Irlanda, la cual expresando su enojo por ser atropellada por la irreverente sangre, decidió volver al cajón de sus pares. Pero tal fue su equivocación que enseguida se sintió discriminada por las elegantes medias de vestir, las que seguramente le harán la vida imposible hasta que algún alma caritativa se apiade de ella o simplemente alguien que este buscando rompa para lavar.)

Quinto paso: una vez reflejado en el espejo asegurece que ese es usted. Lo comprobara por unas series de características, si usted levanta la mano derecha y guiña el ojo izquierdo aparte de que esta loco se dará cuenta que el reflejo repite el movimiento. Entonces así confirmamos que el reflejo es el nuestro (Por otra parte la sangre, con su rebelde carácter, sigue su rumbo dibujando en el piso tibio el rostro de una mujer morena. Pero el señor Linch no la reconoce, aunque sus ojos se inunden en un mar de agua dulce.)

Sexto paso: último paso para utilizar el espejo que compro por consejo de su suegra o tía abuela. Al terminar la acción frente al espejo no se olvide de dejar un refresco, como una limonada o un jugo de manzana, es muy importante esto los días de calor y para el frió podríamos indicar un café con coñac. Tenemos que cuidar la salud de nuestro reflejo no sea cosa que este nos abandone y tanto como usted como yo no queremos eso, se imagina un mundo sin reflejos. Ya esta preparado para aprovechar al máximo las virtudes de este magnifico producto (Al final del día el señor Linch se da cuenta de que se le agotaron los sueños, tal vez por eso se viste frenéticamente para salir a comprar uno. Sabe que los sueños están aproximadamente, cada uno, unos cuarenta y siete pesos en el almacén que queda a siete cuadras del oscuro rincón, del húmedo cuarto, el cual pertenece a la casa de dos plantas, cuyas raíces están ubicadas en los imponentes macetones de los suburbios de Italia, la capital de Roma.)

Pablo Montanía


Un lugar profundo y oscuro, cálido siempre, ése es mi hogar. Pacífico había sido hasta que alguien comenzó a visitar. Es un ser extraño y feo que jamás había visto pasar: no es pez, noema ni barco; es un ente de lento andar. Su cara y su cuerpo son raros, su espalda, de plástico, es tubular, exhala burbujas de aire muy seguido y sin parar.

Se acerca este extraño a mi hogar, a mi cuerpo, a mi lugar; no sé si pretende agolparme: sólo me pongo a nadar. Del miedo mis brazos descargan una suerte de arma mortal: mis hidromurias queridas, tan necesarias para escapar.
El ser queda detenido, la tinta lo ha sorprendido y ahora intenta espejunar: difícil tarea la suya ya que mi arma no deja respirar.
Intento amabar a mis críos, el miedo ahora pasó, no hay nada de qué preocuparse hasta una segunda expedición.

Arribonios, sustalos, noemas, ¡tantos seres por investigar! Pero el hombre me busca a mí, pulpo, quien bajo el mar busca reposar.

María Eugenia Simhan


Los arribonios del sur de Madagascar


Recuerdo perfectamente a los arribonios. Son los indivíduos más holgazanes sobre el Planeta Tierra. En sus trabajos, constantemente deben espejunarse, pues sino se agobian y amabáran al supervisor con la idea de escaparse hacia sus casas para dormir todo lo que puedan sin que ningún otro los moleste. Por ésta razón, los únicos que están capacitados para liderar en esa comunidad son los no clemisos, que no tienen en cuenta la cultura arribenia de descansar 20 horas al día.

Una peculiaridad de los arribonios es que adoran el romanticísmo y las expresiones de sentimientos. Es costumbre cuando se intenta conquistar a una mujer, recolectar una buena cantidad de sustalos y enviarla dentro del mismo sobre donde se envía el noema de amor. Así es, son tan holgazanes que no escriben un poema, con todos los requisitos que éste implica, por miedo a no terminarlo. Se conforman con redactar un buen noema.

Tuve la oportunidad de concurrir a una clase dentro de un colegio primario. En ella justamente una de las pocas cosas que aprendían los pequeños niños era el género del noema. Me tomé el atrevimiento (con el permiso del profesor a cargo del aula) de revisar el texto que utilizaban de guía. En él me detuve sobre una frase: “Los bellos hidromurios se dispusieron a agolpar sobre el extenso coral”. Al desconocer por completo la palabra “agolpar” me pareció conveniente preguntarle su significado al profesor para poder comprender mejor el texto. Aquí se dio una situación desconcertante. La respuesta del profesor no fue más que la siguiente: “Mi más querido y estimado amigo, me temo que “agolpar” no expresa ningún significado, simplemente es un error de tipeo por parte de el alumno que escribió el texto el cual no estamos dispuestos a cambiar porque sería una falta de tiempo”

No lo pude creer. Culturas tan diversamente opuestas como la de los arribonios y de la cual formo parte logran establecer un punto de similitud. Y yo que consideraba que la ley del “Ma… si, que me importa” tenía vigencia únicamente en mi país.

Juan Muchnik

domingo, 8 de junio de 2008

Cortazarianos (I)

La vida en el arribonio


Ser un sustalo no es tarea fácil, o al menos eso es lo que ellos agolpan, pero tampoco lo es para nosotras, las noemas, compartir los arribonios con éstos extraños animales. Nuestra principal función es brindar oxígeno y aire puro a la gente de las ciudades más pobladas filtrando sustancias tóxicas o nocivas. Sin embargo, en el momento en que necesitamos descansar, los sustalos no nos dejan hacerlo. ¡Claro! Se pasan toda la noche espejunando a las especies urbanas que por casualidad intentan cruzar, a modo de atajo, el arribonio. Como si esto fuera poco, soportamos sus ataques continuos posteriores a sus eufóricas serenatas de amabares.

Convengamos que a nosotras tampoco nos simpatizan los humanos que andan pisoteándonos o arrancándonos de nuestros árboles sin pensar que somos su principal medio de vida, pero también sabemos que son ellos los únicos que pueden ayudarnos en nuestra lucha contra los sustalos.
Todos los habitantes del arribonio nos caracterizamos por ser clemisos, con la diferencia de que los sustalos saben defenderse espejunando todo aquello a lo que le temen, mientras que nosotras, con suerte, logramos alguna que otra hidromuria.

Lo único que esperamos es que los humanos, careciendo algunos de clemiscismo, tomen cartas en el asunto teniendo en cuenta que sin nosotras no podrían seguir viviendo (y mucho menos los sustalos, que quedarían sin alimento alguno) en el caso que no contemos con el tiempo suficiente y necesario de descanso para seguir cumpliendo con nuestra tarea de cada día.

De más está decir que estamos dispuestas a dejar nuestro trabajo si nuestras condiciones de vida siguen siendo lo que hasta ahora, ¡y así por fin tomarnos unas merecidas vacaciones!


Aldana Saavedra, Agustina Saez, Ana Laura Tomatti, Mariela Wahnschaffe.


Clemisos

En un lugar del otro lado de los muros, un mundo que empieza y termina en cuatro paredes, un espacio reducido a tal punto que todo se encuentra agolpado, viven los clemisos. Estos seres que son como hidromuria al no cruzar esa puerta que los aleja de los ladrillos de siempre, huelen a Arromios ya que en su territorio abundan esta clase de plantas. Es más, se identifican con ellos debido a su estatura enana. Esto se refleja en sus sentimientos, porque siempre se consideran inferiores, menos, más pequeños que los otros pero a su vez, al igual que los Arromios, dejan una bella fragancia cuando espejunan sus textos, que son opuestos a los noemas, de hecho solo conocen los últimos por oposición a lo conocido, la poesía.

Aquí viven, no son inmortales, pueden morir ingiriendo Sustalo o de enfermedad, entre otras cosas, pero mientras se mantienen en pie divagan entre felicidad y tristeza. Así pasan los años, creyéndose poco y creando maravillas.

Magali Lopez Manetto


El fin

Y en ese momento lo amabaré. No fue algo planeado, pero una vez que pasó no hubo vuelta atrás. Él y sus cuentitos de hidromurias... debería volver a la realidad de una vez por todas. Todavía recuerdo aquél día que lo vi espejunando en esa esquina. Cuando me vio empezó a seguirme, y a la hora indicada me acompañó al agolpar. ¡Ése sí fue un gesto de amor puro! Un mes más tarde ya me había regalado un noema hermoso, que yo escuchaba todas las noches antes de dormir.
Pero todo eso ya acabó. Las hidrommurias esto, las hidromurias lo otro... ¿y yo qué? Me cansé de esperar que me regalara un bendito anillo de clemiso. Así que aquella noche, luego de varios espejumos, lo amabaré.

Brenda Sznycer


Baltimore y las hidromurias de la vida

Su partida
Se niega a recordar. Deja atrás su pasado y se nutre en un presente único y posible. Se reconoce como un hombre de orgullo.Como digno arribonio siempre ha sido un clemiso, aunque no quiera aceptarlo. Se muestra fuerte e indiferente ante la adversidad y las desventuras, ocultando en su interior las fuerzas del odio y la bronca. Ha abandonado aquello que lo vio crecer, lo que alguna vez fue tan suyo y defendió a muerte. Se ha ido y no regresará. Dice estar feliz, pero yo no aceptaría con seguridad esta afirmación. Ha ganado su mundo pero se ha perdido a sí mismo.

Lo más preciado de su paso por la vida se disuelve como cloruro de sodio dispuesto a sumergirse en un líquido. Se fue sin decir adiós. En este presente, sabe que jamás volverá a utilizar la noema desgastada y antigua de su abuela Rita, persona con la que ha espejunado una y mil cosas. Tan recio como se presenta, está solo y vacío como un sustalo en plena época de verano. Ha caído en hidromurias de las cuales aún no ha podido salir. Las imágenes de un pasado enemigo que desea olvidar, se agolpan junto a los recuerdos más repulsivos; derrama lágrimas, las que intentará pasar inadvertidas.

Se ha ido por decisión propia. Es difícil entender su reacción, pero al parecer bastaría realizar sólo una hipótesis que me ayudara a deducir la cuestión: se ha proclamado arribonio por su simple condición de clemiso, con la que ha cerrado las puertas al diálogo y ha escapado; ha tomado una posición inamovible y así ha caído en las hidromurias, efecto de no saber perdonar a sus enemigos y establecer una comunicación alternativa; se ha quedado sólo y ha dejado solos a otros tantos, como así la figura de su abuela Rita sentada sola en su noema, da cuenta de eso; por último, ha espejunado diversas formas para esconder su tristeza, su situación de sustalo veraniego, su arrepentimiento y sus ganas de volver, pero no lo ha logrado.

Se visualiza la presencia de una problemática, seguida por una actitud extraña y la decisión de un cambio sustancial, y aquí la dificultad en su entendimiento. Sólo sabemos que un hombre se ha ido, pero no hay un por qué cristalizado; ni siquiera la construcción de infinitas variantes hipotéticas nos llevarían a un resultado acertado. Será que debemos rendirnos y aceptar que se trata de algo incomprensible e inexplorable.

Sin pasados que proyecten posibles sombras a su paso, vacío y lleno de nada el enigmático Baltimore se dirige hacia el amabo y se dispone a desaparecer por un momento de la realidad que lo atolondra; ha olvidado todo: cierra los ojos e ingresa en un universo distinto, su mundo, rompiendo ansiosamente los lazos de una cadena perpetua a la insatisfacción del presente.
Jésica Rey Vázquez